martes, 18 de agosto de 2020

Una fuerte voluntad y la confianza total en Dios

 El otro día fui de sorpresa a visitar a mi madre, ingresé a la casa despacio, no queriendo sobresaltarla o asustarla, y entonces la llamé: salió sonriente, como siempre es ella. 


No pude pasar, no pude abrazarla tampoco; nos sentamos a conversar a cierta distancia, respetando los protocolos de seguridad que por estos días este COVID-19 nos ha impuesto.

Cómo estás Mami! Le pregunte animado - la había observado por la ventana antes de llamarla, y la encontré subida en el sofá orando - bien! Me respondió. Conversamos un poco de todo, que tenía como 10 nidos de aves en su árbol; que el colibrí pasa por todas sus flores; me contó un poco de sus lecturas, y luego se dispuso, como siempre a emitir algún consejo:

Sabes, en la vida existen dos tipos de personas, unas que se desaniman frente a los problemas y otras que ante los problemas se sobreponen. Pero la clave no son las personas, ni su estado mental, sino, la clave está en quién o en qué está puesta su confianza.

Quedé agradecido por su consejo. Nos dispusimos a orar y me encomendó a Dios antes de salir de casa.

La pregunta surge casi inmediatamente, En qué has colocado tu confianza? ¿En quién  confías más que a nada en la vida?

Sin saber que el siguiente viernes por la tarde sería alcanzado por la pandemia que me llevaría a la cama y cerca a la muerte.


Por primera vez, vino en forma clara sus palabras. Y es que frente a la adversidad te asustas, erres una persona normal, con temores, te das cuenta de tu fragilidad, y cómo un pequeño virus es capaz de hacernos vulnerables a todo: me encomendé a Dios y resolví ser fuerte en su nombre. A decir verdad, esa era mi resolución, pero soy humano, me atacaron todos los pesares, dolores y hasta ese sentimiento de lamento propio, auto compasión y victimización que aveces ni sabemos que tenemos allí guardado y listo para atacarnos cuando llegan los problemas y dificultades.


Sólo, en la oscuridad, conversé con el Poderoso, confesé mi pecado, reconocí las tantas veces que me había apartado impunemente, le conté mis pesares y luchas que solo él conoce. Clamé y lloré como un niño, diciéndole lo apenado q estaba por toda esta triste realidad que muchas veces tu yo enfrentamos solos. Sentí, la paz que él promete, sentí el perdón verdadero que él ofrece. Resolví entonces, servirle como él quisiera, a su tiempo, en su momento y a su modo. Y también supe que El me sacaría de este pozo de la enfermedad.


La solución vino, con la ayuda de Richard Mathews, Médico Adventista y Misionero quien sirve valientemente en la selva peruana, ese es mi hermano. A quien acudimos, casi instintivamente y él respondió del mismo modo.

En la siguiente parte les contaré todo que vino seguidamente.

La lección no debe perderse:

Una fuerte voluntad y la confianza total en Dios se debe construir y desarrollar en una vida de oración y estudio de la Biblia cada día.

Ánimo frente a los problemas y dificultades. Recuerda, no estás solo ni sola. Dios siempre ha estado allí. Abre los ojos y toma fuertemente su mano poderosa!


Julio César Mathews - Misionero Adventista en Unión, industria adventista de alimentos en Perú.


2 comentarios:

Patricia Vela dijo...

Precioso mensaje de fe, de amor y de confianza a nuestros Dios el nunca nos abandona.. gracias infinita por contar tu historia tu experiencia me gusto mucho leerlo y esperaré la sgte pero también seguiré tus consejos muchas Gracias Julio C. Mathews y mucho Ánimo eres un guerrero ante la vista de Dios.

rightcoronary dijo...

Gracias por compartir Julio. Muy inspirador. Dios nunca abandona sus hijos.